
Artículo 10 del Código Procesal Penal: “Toda persona tiene derecho a que se respete su dignidad y su integridad física, psíquica y moral. Nadie puede ser sometido a torturas ni a tratos crueles, inhumanos o desagradables”.
La violencia perpetrada por agentes policiales contra jóvenes que no están en conflicto con la ley, transgrede lo establecido por el artículo 10 del Código Procesal Penal: “Toda persona tiene derecho a que se respete su dignidad y su integridad física, psíquica y moral. Nadie puede ser sometido a torturas ni a tratos crueles, inhumanos o desagradables”.
Los Abusos cometidos por algunos miembros de los organismos de seguridad del Estado, se amparan en la clandestinidad y el encubrimiento. Si no fuese por denuncias de las víctimas y familiares los casos serían invisibles.
La paradoja es que la institución que debería garantizar la integridad física de la gente y, en este caso, proteger la juventud, la vulnera y persigue por el hecho de ser pobres, usar modas ajenas al patrón social, andar en “pasolas” o tener actitudes “sospechosas”. Desde una cama en Licey al Medio, Omar de Jesús Vásquez narra un episodio doloroso de su vida. El joven de 23 años contó cómo el pasado 13 de octubre fue víctima de abuso policial.
“Estaba en una fiesta de cumpleaños que terminó como a la 1:00 de la mañana. Cuando me dirigía en una ‘pasola’ a encaminar a mi ex novia a su casa, en el camino nos dimos cuenta de que dos policías estaban maltratando a tres jóvenes, nos detuvimos y, para nuestra sorpresa, uno de los muchachos era el hermano de la persona que me acompañaba”, narró Omar. La historia no concluyó ahí.
Mirando el desbalance, el joven se involucró. Cuenta que le preguntó al agente por qué los golpeaban. La expresión “A ti qué te importa” y tres macanazos fueron la respuesta. El muchacho fue impactado dos veces con una escopeta. “Herido, me dieron otro macanazo, luego me subieron al vehículo en el que andaban y me dieron vueltas por la ciudad, con la intención, creo yo, de que me desangrara”, adicionó.
Las piernas de Javier
El Viernes Santo de este año no fue nada santo para Javier Reyes Vicente. Al igual que Jesús, el joven de 26 años fue crucificado, pero a plomazos, por una patrulla de Barrio Seguro en el sector Duarte del Ingenio Arriba de Santiago. Ese viernes, seis de abril, Javier conducía la camioneta Hyunday en que vendía plátanos con su compañero de afanes, Julián Diloné, cuando el segundo teniente Euddi Roa García, el cabo Miguel Estévez y el raso Franklin Cuevas le nublaron la vida al ametrallarle las piernas.
Padre de tres infantes, el esposo de Jackeline Trinidad, ex obrera de zona franca, dijo que no escuchó cuando supuestamente la patrulla le ordenó detenerse. Sobre la tragedia en que vio a su amigo rogar que no le vaciaran el sordo cañón policial, Julián aseguró que, ya fuera del vehículo, le vociferaron “no somos delincuentes”. Un artículo del periodista Vianco Martínez otorgó luz al penumbroso camino de Javier y Jackeline.
El 24 de agosto, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos depositó una querella en Santiago contra los agentes. En muletas, el joven atestiguó la medida de coerción contra sus verdugos. El mes pasado, la fiscalía de Santiago divulgó las condenas a los ex policías Aldo Rafael Fernández, alias “El Maeño”, y Antonio de Jesús Espinal Mesón, por el asesinato del dirigente popular Amable -Onny- Rodríguez, ocurrida en septiembre en Navarrete.
Treinta y 20 años fue la pena requerida por la fiscalía dirigida por el joven abogado Raúl Martínez contra quienes troncharon la existencia al dirigente del FALPO en el municipio. A Onny, de 23 años, lo asesinaron en el barrio Osvaldo Torres, que honra la sangre de otro joven enterrado por las balas en febrero del 2002.
Diómedes Marino Polanco, joven de la Arquidiócesis de Santiago, enunció que no debemos olvidar el principio de que “todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario”; no corresponde a la Policía determinar si un sospechoso es culpable o no.
PN SE DEFIENDE
El Coronel Cordero Paredes, relacionista público del Comando Norte de la Policía Nacional, expuso que la violencia perpetrada por policías “es cosa del pasado”. Manifestó que a veces ocurren casos aislados, los cuales se investigan y, de resultar culpable el agente, se pone a disposición de la justicia.
El oficial afirmó que todo el personal castrense está sometido a un proceso de formación, con la finalidad de mejorar su conducta frente a la población civil. “Los jóvenes que sean víctimas de agresiones, deben denunciar a los oficiales que violen sus derechos, pues es la única manera de ser investigados y castigados”, exhortó.
LA JUVENTUD, EL BLANCO
Víctor Bretón, coordinador regional del Frente Amplio de Lucha Popular (FALPO) reside en Licey, el municipio donde ejerció su lucha reivindicativa, Jesús -Chú- Diplán, aguerrido joven asesinado en 1990. Chú tenía 25 años cuando lo fusilaron o, “le dieron pa’bajo”, como dicen en los cuarteles, en el último gobierno de Joaquín Balaguer. De acuerdo con el dirigente popular, la juventud es rebelde y revolucionaria por naturaleza.
“La juventud es parte activa de los cambios en una nación y en la nuestra ha sido blanco de atropellos desde la Era de Trujillo hasta los Doce Años de Balaguer, cuando murieron jóvenes tan brillantes como Otto Morales y Amín Abel Hasbún”, expresó. Lo lamentable, se queja el joven abogado, es que en pleno siglo 21 se conozcan violaciones semejantes a épocas pasadas.
“El hecho de que jóvenes protesten por servicios básicos y se les responda disparándoles a la pierna, cercenándoles órganos, es un ejemplo evidente de que tenemos un cuerpo policial que arrastra serias deficiencias en cuanto a prevenir la delincuencia se trata”. De acuerdo con Víctor Bretón, la discriminación, el desempleo y la falta de oportunidad, abonan la rebeldía de la juventud cada vez más acorralada por el cerco de la impunidad y la corrupción estatal.
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