lunes, 14 de abril de 2008

EXTRAÑO MI VILLA JUANA DEL ALMA.











Como Dominicano ausente, Villa Juanero de cepa y orgulloso de ser dominicano, no dejo de sentir nostalgía por el barrio que me crio, mis amigos que desde pequeños nos convertimos en una familia feliz, al crecer, el desarrollo de la política nos envolvio en su dulce lenguaje, separando los que tenian ideas más de izquierda que de derecha, cuantos agucaceros compartidos con Brugal y Presidente, cuantos sancochos y cocinao´s callejeros. El ruido, los niños precoces, las chicas mucho más, vivir los placeres de la pobreza, los placeres agridulces de ser tercermundista como nos catalogan por ahi, en cualquier lugar del mundo, cualquier latino siente la falta de volver a su barrio y recordar, ya que recordar es vivir, vivir nuevamente. Pero con nuevos ojos, siendo más sabio y más grande, pero seguimos siendo tan chicos que solo en la distancia realmente nos damos cuenta de cuanta falta nos hace sentir el calor de nuestra gente, que por pobreza no nos quejamos sino que trabajamos, con la esperanza de ser libres y alcanzar nuestros sueños, sueños que cada uno a su debito tiempo materializara, me siento más que orgulloso de ser latino. MUCHACHOS ME HACEN MUUUUCHA FALTA, EL QUE ESTA SENTADO EN PIERNAS DE HOMBRE PARECE QUE ES! PERO NO LO ES, JEJEJEJEJEJE

Dedicado a Villa Juana.

gracias a Néstor medrano por este reportaje de los barrios de Santo Domingo.

SANTO DOMINGO.- El estribillo del merengue “que tú me amas. ¡eh! Que yo te amo. ¡eh!”, de Omega, retumbaba en los bocinazos del Mameluco, lugar de reunión de jóvenes y adultos en las noches del barrio de Villa Juana, donde los visitantes “se echan una fría para botar el golpe”.

Y es que las noches de barrios como Villa Juana, Villa Consuelo y San Gerónimo, del Distrito Nacional, así como los límites del ensanche Ozama, en la avenida Venezuela, son un verdadero estallido de bachata, merengue, salsa y reggaeton.

Los vecinos de esos lugares, que antes protestaban por el bullicio, ahora se conforman con tener a sus chicos cerca, aunque no libres de los riesgos que a veces se corren en reuniones festivas callejeras, donde por cualquier “quítame esta paja”, entre tragos y en casos de gente armada, se han generado balaceras.

En Villa Juana y Villa Consuelo hay dos panoramas: uno, el que presentan los jóvenes a todo lo largo de la Amiama Gómez, en el Mameluco, donde se reúnen y parquean sus automóviles en largas hileras, contonean sus cinturas con las mujeres vestidas para vacilar, exhiben sus “blin blines” de reguetoneros; y las personas mayores que se tiran “su romo” en los colmadones, jugando una partida de dominó.

En la misma profesora Amiama Gómez con Alonso Espinosa hay otro punto de encuentro conocido como Chichío. Son lugares públicos, cerca de colmadones que se han instalado en forma espontánea y que recuerdan los inicios de la avenida del Puerto, ahora Francisco Alberto Caamaño, en los noventa, y la George Washington, cuando los jóvenes de todos los estratos sociales, incluyendo “dominican yorks”, hacían sus discotecas públicas bajo el cielo estrellado.

El ambiente
Las mujeres que los sábados se sientan “en coro”, junto a sus amigas de la Francisco Villaespesa, se olvidan de los problemas de los altos precios del pollo, el arroz “o los jodidos políticos que nos tienen jartas”, como dijo Ana Margarita Bencosme, ama de casa de Villa Juana, sentada en el colmado de la esquina, que es su discoteca y café popular.

En la Cotubanamá con monseñor Vitini, del San Juan Bosco, las noches son para reuniones de dominó y tragos, mientras se comenta la actualidad, sin subir el tono, “aquí no hablamos de política, ni nada de esa vaina, porque si hablamos de política salimos peleando”.

Desde la 27 de Febrero, debajo del gigantesco monstruo del elevado, entrando por donde están las casas de empeño y las compraventas de oro, los jóvenes se reúnen a darse su trago, a pesar de la oscuridad de la vía, aunque allí, según se supo, los encuentros no son muy recomendables por la falta de iluminación.

Poco a poco los lugares comunes, con un colmadón en el centro, con largas hileras de automóviles que suenan a Don Omar o al Lápiz en sus bocinazos ecualizadores digitales, que arman fiestas y hacen de las vías interiores de Villa Juana y Villa Consuelo escenarios de baile, bebidas y cigarrillo, se tragan a los tradicionales colmados que todavía mantienen sus mesitas y sus sillas, para que los más adultos “beban su romo” y den su capicúa.

Los viernes en las noches y los sábados, los jóvenes “sacan sus chelitos” y los invierten en sus frías, transformando esos lugares en espacio donde compiten desde los colmados, las bachatas de amargue, el reggaetton y la salsa. Calles y aceras son ocupadas, y los vecinos sacan sus sillas, cruzan sus piernas y disfrutan sus noches.

Persio Martínez, frente a su vehículo Honda Accord 2005, con un blin blin plateado sobre su cuello, recién llegado de Nueva York, dice que se siente bien en su barrio, bebe y disfruta en la calle y recuerda con orgullo que allí de vez en cuando ha aparecido el “Big Leaguer” David Ortiz, cuando está en el país, “ha compartido con los tigueres y se ha dado su trago en El Mameluco”.

Al fragor de la noche de Villa Juana, Villa Consuelo y otro barrios de la zona, se suman los travestis de la Ortega y Gasset, que hacen “vida pública” todas las noches, “se comen sus fritos con orejitas de puerco en la fritura de la esquina” y esperan a que algún cliente, de los que siempre aparecen, “las ponga a producir placer y dinero”.

A diferencia de otros tiempos, cuenta Ramón Ventura, con la camisa abierta por el calor y dos o tres botellas de “Cara de gato” arriba, mientras moviliza las fichas del dominó buscando ganar la partida, los colmados ya no son sólo lugares de venta de arroz, habichuela, aceite y verduras para cocinar, “ahora está la bebida, se compra más bebida que comida en los colmados”.

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