La protesta nació de un grupo de blogueros, unidos a través de Facebook y otras redes, con el reclamo de una abreviatura en inglés: No B. Day, Día del No a Berlusconi. Ayer bajó de Internet a las calles y reunió a decenas de miles de personas, la mayoría jóvenes, en 45 ciudades del mundo. En Roma, una marea de gente pidió la dimisión del primer ministro y le animó a dejarse procesar por los jueces. Según los organizadores, eran más de un millón; la policía rebajó la cifra a 80.000. Otros miles de italianos salieron a la calle en Berlín, Sidney, Londres, Barcelona, Ámsterdam, Dublín, París, Viena, San Francisco, Montreal, Buenos Aires, Madrid, Nueva York, Brasil, Republica Dominicana y donde quiera se encuentre un italiano o personas que aman a Italia, el clima invivible de odio racial, prejuicios, xenofobia, que este personaje ha credo junto a sus aliados de la Liga Del Norte, Lega Nord, los escandalos sexuales y de prostituciòn, junto a la denuncia de un jefe mafioso, en donde se involucra al primer ministro, Gaspare Spatuzza, el capo arrepentido de la mafia siciliana citado como testigo en el juicio de apelación contra el senador Marcello Dell'Utri, estrecho colaborador de Silvio Berlusconi desde la década de los setenta y condenado en primer grado a nueve años por complicidad mafiosa. Durante la manisfetacion,
Casi todos llevaban una prenda de color morado, elegido como expresión de independencia respecto a los partidos políticos. Artistas e intelectuales como Dario Fo, Nanni Moretti, Mario Monicelli, Andrea Camilleri, Dacia Maraini o Roberto Vecchioni apoyaron la protesta. El gran ausente fue el Partido Democrático.
Entre coros festivos, agendas rojas en recuerdo a la del juez asesinado por la Mafia Paolo Borsellino y gritos de "bufón dimisión" y "fuera la mafia del Estado", el palco de la plaza San Giovanni acogió intervenciones de bandas de rock y arengas de representantes de la sociedad civil. Tras la pancarta que parafraseaba una frase de Berlusconi ("la mejor manifestación de los últimos 150 años"), Gianfranco Mascia, uno de los organizadores, explicó: "Berlusconi es una gravísima singularidad para las democracias occidentales. Debe dimitir y defenderse, como cualquier ciudadano, ante los tribunales".
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