
1. El más alto tribunal está dividido políticamente, entre los que no quieren lesionar los intereses del Poder Ejecutivo y los que entienden que es más importante la majestuosidad de la ley y la Constitución de la República. En este sentido hay que destacar el voto disidente de los magistrados Eglys Margarita Esmurdoc, Ana Bergés de Farray y Julio Aníbal Suárez.
2. El tribunal, a sabiendas de que sus sentencias crean jurisprudencia, decidió dar un paso hacia atrás para cambiar la conceptualización sobre "parte interesada", que antes se aplicaba a los ciudadanos y las organizaciones que se sintieran afectadas, como fue el caso de Participación Ciudadana y Finjus, quienes sometieron el recurso de inconstitucionalidad sobre la inamovilidad de los jueces de la Suprema Corte de Justicia. Ahora, ese concepto es diferente y se aplica solamente a las instancias que hubiesen sido lesionadas directamente en sus actuaciones. Si el presidente de la República no envió los endeudamientos al Congreso, serían únicamente sus presidentes quienes tendrían potestad, como "parte interesada", de someter los recursos de inconstitucionalidad. Por esa razón no se aceptaron las peticiones del Foro Social Alternativo y del Partido Revolucionario Dominicano.
3. La sentencia admite que el gobierno falló en el procedimiento utilizado. Aunque recurre al sofisma de que no entró al fondo de la violación planteada, sino que se quedó en las calidades de los demandantes, el texto dice expresamente que "el Poder Ejecutivo estaba en el deber ineludible de someter el acto impugnado a la sanción del Congreso Nacional, de conformidad con nuestra normativa constitucional..".
4. Finalmente, queda la duda sobre la responsabilidad de lo ocurrido y sus consecuencias: no hay violación de la Constitución, y por tanto es dable utilizar recursos enmarañados para endeudar el país sin pasar por el Congreso Nacional.
La lección que deja esta sentencia pone de relieve nuevamente si algunas vez tendremos la posibilidad de proclamar una revolución moral, tal como anunció el presidente Leonel Fernández. Es oportuna una reflexión sobre si ciertamente hace falta un nuevo liderazgo en la Suprema Corte de Justicia, como ha dicho el magistrado Jorge Subero Isa, y si algunas vez el soberano, que es pueblo dominicano, tendrá la posibilidad de encontrar autoridades que le representen sin dobleces.
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